miércoles, setiembre 26, 2007

Un grito de poyo a FUJI

Alcemos un voto de protesta contra la degradación, el abuso y la infamia. Como es posible que las desalmadas autoridades del INPE hayan ubicado a Fuji en una carcel de apenas 200 metros cuadrados?; cuenta con tan solo 1 sala de estar, 1 baño completo, una sala comedor y otros pequeños espacios adicionales...como es posible?. Este inhumano gesto impide, en dichas autoridades, ser concientes de que este pobre ciudadano se puede sentir tan sólo en tanto espacio?



Las autoridades son tan incapaces, que no se han percatado de que cientos de internos, bien apiñados unos contra otros y que si sienten el calor humano del compañero, se encontraba esperandolo ilusionados?

- "...y fuji?...-






domingo, setiembre 23, 2007

Quinceañera virtual

Quinceañera linda” fue mi nick de entrada a ese mundo íntimamente anónimo que es el chat, a ver cuanto incauto caía en red.
Luego del click de ingreso, no pasaron 2 segundos para que “rastaman”, “Joel”, “juanca”, “lamcelot” y “el joven puro”, arremetieran con sus conversaciones privadas. “hola, como estas?” parece ser la entrada por convención unánime. Abrumado (¿abrumada?) por tan rápido éxito, no me percato que al margen de las 5 ventanas abiertas por conversaciones privadas, en la ventana pública he logrado sendos admiradores que, muy galantes, me invitan al privado o me saludan en público.


Luego del saludo inicial, quedo sorprendido al constatar que la segunda pregunta (después del “hola, como estas?”) también es unánime : ¿de donde eres?. Respuesta no planificada...pienso ( y luego existo?...no creo) en un distrito intermedio que no me estereotipe de forma que no desanime a nadie...escojo San Borja. “rastaman” (San Juan de Miraflores) me llamó preciosa...buen dato, debe ser el más “lanza”; le pregunté si se puso “rastaman” porque no se bañaba. “por que?...” me dice lujurioso “…me estas imaginando en la ducha? “.

"Joel” (Los Olivos) me pregunta que hace una linda quinceañera en una cabina sola...y agrega “...y sin el calor de un amor”. No sabe responderme a la pregunta de cómo supone que estoy en una cabina de internet. Todos me preguntan como soy físicamente...tranquilos muchachos, no tan rápido. Mientras, “Juan Carlos” se cansa de decirme “hola” en el chat público. Luego de responderle, le digo lo aburrido que él me parece...tal objeción parece entusiasmarlo de sobremanera, porque inmediatamente me ofrece su mail: “escríbeme!”. Hombre!, le digo, que tanto apuro!...”es que me botan de la cabina... preciosa”.

Mas Acción


Decido ponerle un poco de acción al asunto, y le pregunto a “rastaman” por su apariencia física. Alto, ojos café oscuros, delgado. Le pregunto si delgado o flacuchento, porque a mi me gustan delgados; me responde que delgado, y me replica rápidamente que como soy yo. Bueno, en mi curiosidad casi malsana frente a su proxima y evidente reacción, le explico que soy algo desarrollada para mi edad, y que recién estoy en 2do de media porque soy un poco bruta. Entonces me pregunta si soy virgen.



Joel”, que estudia en el Senati, y para quien yo estoy en el Colegio Santa Ursula, insiste en preguntarme donde queda la cabina de internet desde donde estoy chateando. Luego de explicarle, por enésima vez, que cabina se escribe con “b” grande, le pregunto que como está tan seguro de que estoy en una cabina de internet, “...es que acaso no puedo tener internet en mi casa?...” le replico. No me responde; es más, no me vuelve a responder.



En el chat principal, un sujeto con nick “diccionario” ofrece significados a quienes lo requieran. Pregunta a la “linda quinceañera” si no quiere saber el significado de alguna palabra. Me quedo atónito al verificar lo fácil que es alborotar el chat con sólo preguntar el significado de la palabra “sexo” y “virginidad”. Las ahogadas respuestas formales de “Diccionario” se pierden atomizadas frente a la abrumadora avalancha de incautos que me ofrecen explicaciones en persona, provocando además un tumulto que no puedo detener.


En lo más frenético de la conversación, abrumado de invitaciones y propuestas indecentes, decido poner fin al asunto de un click repentino, sin despedidas ni explicaciones. Lo siento Juan Carlos, no esperes ningún correo de la linda quinceañera; ella no existe. Probablemente tu tampoco.

Pecado

Llevado por la inercia, y por un amigo que más que católico era hijo muy obediente, entré por primera vez en mi vida a una misa en la cual, según mi obsesivo compañero de misa, y a la tierna edad de diez años, me gané un ticket directo y sin escalas a los dominios de Belcebú, donde o ardería en un fogoso caldero por toda la eternidad, o me nombrarían miembro honorario de la plana directiva del infierno, dada la infausta calidad de mi herejía. En mi opinión, era una exageración que no termino de entender hasta hoy día.



La misa empezó con agilidad inesperada. El padre que la oficiaba era bastante más elocuente de lo que imaginaba debía ser un cura. Nos hablaba de la coyuntura actual y la refería a pasajes de la Biblia que leíamos según su indicación. Yo permanecía atento al mínimo movimiento que la platea realizaba: me paraba, me sentaba, decía amén, me percinaba, rezaba; no fallaba una. Mi dedicación no le fue indiferente a un grupo de señoras a las que caí muy simpático, y que resaltaban entre ellas mi devoción por cristo a tan corta edad.

De improviso, y al crepúsculo de la misa, se hizo una cola que se iniciaba al pie del altar, donde el padre empezó a repartir ostias. Yo no tenía muy claro el objeto de ese ritual, pero me pareció inadecuado e irrespetuoso no participar en él. No había mucha gente de mi edad, por lo que mi pequeñez resaltaba con ternura en la fila.
Al llegar al pie del altar, el carismático cura colocó la ostia en mi boca. Para no ser maleducado con el padre ni con la iglesia, y mostrando todo mi agradecimiento por tanto acogimiento, la mastiqué inmediatamente procurando un crujido sonoro y satisfactorio, e hice señas de que estaba deliciosa. La consternación que me pareció sentir en él, y el estremecimiento de las señoras que me observaban antes acarameladas, luego al borde del colapso; fue luego explicada por mi amigo, quien bastante mortificado, me explicaba que me acababa de comer el cuerpo de cristo. Su preocupación por el destino de mi alma era notoria, y en mi opinión demasiado exagerada. Esta aumentó cuando le comenté que no era bautizado.


Mis dudas teológicas no me son impedimento para estar expectante de la existencia de algo más. Todavía me creo ignorante para averiguar semejante realidad con certeza absoluta. De todas maneras, intuyo que no terminaré en el infierno como mi buen amigo auguraba con fraternal preocupación.